No hay nada más gratificante que escribir de los recuerdos, escribir desde la memoria. Significa que has vivido, te das cuenta de que a pesar de los malos momentos, viviste otros que te arrancan de la nada una carcajada.
Hoy escribiré del lugar donde crecí, mismo lugar donde crecieron y se conocieron mis padres y mis abuelos. Escribiré de Coyuca de Benítez, rinconcito costeño del estado de Guerrero, pienso en él y me viene a la mente no su belleza, sino la gente, las personas que le dan vida, que hacen que no sea un pueblo más a orilla de carretera. De pequeña no me gustaba vivir ahí, sentía que nada interesante podría pasar, que viviría y moriría aburrida en una hamaca. Nunca me cautivo el pueblo, pero ahora que lo pienso y recuerdo las historias que me contaban mis papás, Coyuca es parte de mi historia, Coyuca son las tardes que pase en el balcón de mi casa con mi prima Karla y ahora ya no está o las noches de platicas eternas con mi abuelita Linda en ese mismo balcón, Coyuca son los caminos donde mi hermano y yo aprendimos a manejar acompañados de mi papá. Son los 25 de diciembre y 1 de enero cuando íbamos a la playa y se quedaba el pueblo como fantasma. Coyuca son los domingos de ir a la huerta en la parte de atrás de la camioneta de mi abuelito Chiro que se brincaba los topes.
Coyuca son mis recuerdos, mis tristezas y alegrías. Mi infancia, mi adolescencia, mis amigos que se quedaron suspendidos en el tiempo.
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